Esquí alpino

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El esquí alpino consiste en descender cualquier pista nevada a una velocidad que vendrá determinada por nuestra técnica y por nuestra capacidad de riesgo.

Además de la ropa adecuada, los esquís para esta modalidad deben ser anchos, de entre 7 y 9 centímetros y de una longitud adaptada a las características físicas del esquiador (peso y altura). Las fijaciones deben ser rígidas y en caso de caídas o movimientos bruscos, saltan los seguros de modo que permiten que las botas queden liberadas. Esto facilita la vuelta del esquiador a la posición adecuada para el esquí y evita lesiones.

Por otro lado, el esquiador se apoya en unos bastones, sobre todo para realizar los giros.

Para aprender a realizar esta técnica es conveniente realizar cursos instruidos, puesto que es complicado aprender sin este método de enseñanza.

Este deporte se practica en las pistas de esquí. Además existen diferentes pistas que deberemos elegir según nuestro nivel. Por orden de más dificultad a menos encontramos: negras, rojas, azules, verdes y debutantes o infantiles.

Es necesario llevar un equipo adecuado para evitar lesiones y para realizar esta actividad correctamente. Como equipo es necesario: ropa adecuada, esquis y botas en buen estado y gafas de protección solar. También se pueden utilizar orejeras, gorros, etc. para aumentar la protección contra el frió. Además, es importante proteger la piel ya que la nieve refleja el 85% de los rayos del sol y este porcentaje aumenta en un 10% cada 1.000 metros de altura.

Otra recomendación es ir por dentro de las pistas fijadas por la estación de esquí. Ir por fuera de ellas está prohibido en algunas estaciones y es extremadamente peligroso si no se domina este deporte.

Vía: El Pirineo en Internet

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