Nunca nos hemos caracterizado por ser un país con deportistas de alto nivel en los deportes de invierno. Por supuesto, hay excepciones, pero es un hecho que pocos esquiadores han logrado grandes éxitos a nivel internacional. Echando la vista atrás a buen seguro que muchos recordaréis uno de los momentos más decepcionantes de la historia del esquí español, cuando Blanca Fernández Ochoa se caía en la segunda manga del eslalon gigante de Calgary 88 cuando tenía todo es su mano para hacerse con la medalla de oro.
Las expectativas que había generado Blanca eran muy altas en aquella disciplina, gracias a una primera manga excepcional donde acabaría con el mejor tiempo. Muchos cuentan como Blanca se dirigió a su hermano Paco diciéndole “es mío”, en referencia a que el oro estaba más cerca que nunca. En la segunda manga partía con una buena renta con respecto a sus rivales. De hacer el tercer mejor tiempo, se habría llevado la medalla de máximo valor. No era fácil, pero Blanca se encontraba plena de facultades y sabiéndose mejor que sus oponentes se lanzó por la ladera de aquella pista canadiense dispuesta a todo.
Muchos dicen que arriesgó demasiado, pero en un descenso de esas características si se contemporiza demasiado se pueden perder valiosas centésimas que marcan la diferencia entre la derrota y el triunfo. Blanca optó por intentar repetir su espléndida primera manga y al querer anticiparse a una puerta perdió ligeramente el control de uno de sus esquíes y se fue al suelo. Todas las opciones estaban perdidas. Incluso le habría valido con hacer el noveno tiempo para llevarse la medalla de plata. No pudo ser.
Cuatro años más tarde, Blanca se resarciría con una medalla de bronce en Albertville. Pero aquel fatídico día de Calgary quedaría para siempre grabado en la mente de los aficionados españoles al esquí.